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en las blancas praderas

música, maestro

Entró en la sala de espera con una sillita de plástico violeta. Traía varias cosas sobre la sillita, que se dispuso a colocar con parsimonia mientras yo lo miraba. En primer lugar colocó sobre una mesita la caja de una cita de vídeo, abierta, en pie, y en su interior un folio con un doblez, abierto también en forma de libro. Colocó la sillita en frente, se sentó muy tieso, tomó la flauta de plástico, y empezó a tocar. Era sólo una nota, porque no sabía tocar más, pero movía sus deditos sobre los agujeros y variaba el ritmo. Cuando terminó dijo.
- ¿Te ha gustado?
- Sí.
- ¿Quieres saber el título?
- Sí.
- Se titula “Ay, qué güenita, tu amor se siente como si fuera un ángel”.
- ¡Qué título tan precioso!

El niño tenía el pelo ondulado y rubio y la cara un poco antigua, un tanto romántica, blanca, casi excesivamente delicada. Estaba muy serio, muy erguido. Yo estaba esperando en la sala de espera desde una media hora antes y la música que salía de los altavoces disimulados en el techo, versiones orquestales de temas populares, me estaba llenando de un asco triste e incontrolado. Poco antes había entrado a la consulta una señora a quien había llamado la enfermera Sor Juana. Sor Juana había estado leyendo una revista. De mujeres. Yo había tomado la revista tras ella y había visto un artículo sobre sexo que pretendía dar consejos y orientaciones a las adolescentes. Decía cosas como “Cómo hacer la mejor felación en 10 pasos”. Había otro artículo que decía que el arte estaba de moda, que era aconsejable dejarse caer por alguna exposición. El asco casi me ahogaba. Y entonces entró él, el niño.
Cuando dijo el título de su pieza sentí cómo desde mi estómago, barriendo impurezas en mi pecho y en mi cerebro a su paso, salía en una exhalación toda la basura: polvo, restos de comida, colores brillantes, cielo plomizo, escaparates, palabras huecas, titulares de prensa, prórroga, internacional, subvención, tinte, dieta, tarot, ganancias.
“Ay, qué güenita, tu amor se siente como si fuera un ángel”.
Me preguntó si quería oír otra canción y le dije que me encantaría. Volvió a tocar su única nota delicada y al terminar me preguntó si me había gustado.
- ¿Quieres saber el título?
- Claro.
- “Ay, el cagado del pirulón de la estrella, que tu cama se quema”.

Y estalló en una carcajada maravillosa. Carcajada de ángel, sin duda. Antes de irse me preguntó si me gustaría tener la partitura, y me la dio. Había dibujado unas corcheas rechonchas y amarillas que flotaban por el folio y había escrito con letras mayúsculas y torcidas la palabra BALLENA.

tarde de otoño

giros
giros de la tierra
mar de motores

una a una
como corazones consumidos
como castañas asadas
salen las palabras de mis labios
este día de lluvia
y caen sobre la moqueta
sordas
una a una

una vez fui al psicólogo

una vez fui al psicólogo
le dije que me hipnotizara para dejar de fumar
y el tío sacó un libro y siguió instrucciones
le dije que ya puestos si no subía mucho el precio
que me hiciera dejar de beber
y estuve a punto de pedirle que me hiciera ser feliz pero me dio vergüenza
creo que yo era su primera paciente

me pidió que imaginara que era una niña y que estaba en un desván
o quizá yo puse eso de mi propia cosecha
en seguida empecé a llorar

el tío estaba muy sorprendido
pensó que tenía un poderoso talismán en sus manos
no sabía que a mí me hace llorar cualquiera
a lo mejor decidió dedicarse a la hipnosis

de todos modos no volví
pagué mil duros y seguí fumando y bebiendo
y perdí la confianza en la psicología

haiku

haiku

tras la tormenta
silencioso planeta
de caracoles

.
.

alguien abre una ventana cerca y tose

I.
siendo niña conocía ya esos salones
en que se espera a la muerte

la mañana gris y quieta
apenas algún grito de gaviota despidiéndose
y alguien que abre una ventana cerca y tose

todo eso
en la estancia más leve de su cuerpo
la de plumas y aire
que se ha iluminado
y aún no hay nadie

II.
es imposible no pensar en una noria
iluminada y vacía
en la noche

en la antesala de iluminación opaca
y de tamaño inaprensible
en susurros
hablamos de la muerte

las caídas son hacia adentro y por un filo cruel




III.


creo que todos nos aferramos con manos ateridas al trapecio
en las antesalas de iluminación opaca

no puedes mirar con calma en esos ojos
si no eres inmune a absolutamente todo



IV.


lo insoportable termina, es evidente, no siendo tal
ahí hay un hombre que ni llorar puede
de terror
uno que cae y eleva los brazos demasiado tarde
y sigue y sigue cayendo


la vida como si nada
en otras casas y aun en la nuestra hay risas
minucias y hay que comer y lavarse

pero en algún lugar alguien cae

blanco y negro

ponen un poco de ese jazz de la jungla
y entra en la estancia lo salvaje

un viento caliente y nervioso
asciende por mis brazos

la cabeza inclinada, el ombligo en el centro
el baile en la selva misteriosa

libertad

He decidido concederme libertad total para modificar mis palabras a mi antojo.
Siempre me ocurre lo mismo. Una, dos o tres relecturas y empiezan a chirriarme palabras o frases, hasta que llega un punto de disgusto en que enrojezco y opto por no volver a leer algo sólo por no soportar esa palabra o esa frase. A veces me ocurre con textos enteros.
En un principio estaba bien, en colaboraciones en otras páginas, pues suponía que podía dar algo por terminado, estuviera bien o mal, y como nunca me interesó la perfección sino el desembuchar rápidamente, lo acepté gustosa. Aunque siempre me han molestado cosas que me habría gustado cambiar o eliminar. Sin embargo empiezo a ser más exigente. Me disgusta releerme.
Vale. Yo hago este blog. Soy la dueña del blog y, aunque no sé muy bien porqué lo sigo actualizando, lo voy a utilizar a mi antojo. Todo lo que esté en este blog no será definitivo. Alguna ventaja tiene que tener que te lea sólo algún despistado. Amable despistado, por supuesto...

en el frágil paso

en el frágil paso
venía hacia mí
un hombre lleno de oscuridad

ante sus ojos, que yo no veía, un farol,
una luz asfixiada en el corredor de la vieja casa

me buscaba
yo contenía, a su lado, el aliento y él
movía el farol en torno sin hacer mella en la noche

paso días a veces en el río
bajo el cielo mate
las voces de los niños han callado

el agua dulce en orillas cuajadas
el borboteo

pero este hombre venía de más lejos

sombras iii

la sombra del televisor apagado está hoy tensa
la habitación entera se comba hacia su esquina
el televisor no durará mucho ya

ocurre siempre así

Nada.
Prohibido improvisar. Prohibido hablar de mí. Prohibido no tomar aire antes de cantar.
No ocurre nada.

un pequeño ángel de hierro

Hoy en el banco, sentada, esperando ser atendida, fui testigo de algo que me conmocionó. A través de la cristalera vi cómo un ángel de hierro negro y húmedo se arrojaba al suelo a una velocidad de vértigo. Lo vi un instante contra la pared grisácea y llorosa, invertido, lleno de aristas, con un arco y una flecha apuntando frente a sí, hacia abajo. Entonces, rapidísimo, como una inhalación, entró en el pecho del vendedor de cupón, que voceaba la suerte con su voz de campana sucia y allí se desplegó, algo así como un anzuelo que se abre una vez ha penetrado la carne, y extendió sus alas en torno al pobre corazón. El pobre corazón se ahogaba. El vendedor de cupón, con su sonrisa desdentada transformada en tumba, se levantó y se llevó las manos al pecho como en una tragedia. Se desplomó lentamente, como rodeado de plumas, como acariciado, con los ojos ciegos vacíos de todo excepto pena, y poco a poco se fue yendo, se fue muriendo, se fue convirtiendo en sombra.
Sentí yo después, al salir, al pasar cerca del corro de personas que se formó en torno al cuerpo algo extraño, algo como susurros, o chillidos pequeños y raudos, algo que no sé describir porque nunca había sentido antes. Aceleré el paso, encogida sobre mí misma, mirando al suelo, aterrorizada.

In the garden of consciousness

Ahora, en este momento, como si me hubiera pasado la luz un dedo por las cejas, tengo pasión por escribir. In the garden of consciousness. Charity.
Arrojan azufre y aceite desde las almenas y nada ha sido nunca tan brillante bajo el sol.
Las praderas blancas son de plástico, una perfecta imitación de la hierba, con sus deliciosas imperfecciones, con las minúsculas guaridas, en blanco. Como el césped de un escaparate, pero blanco e infinito. Ahí habitan animalitos simpáticos que sonríen siempre. Ahí están los ángeles de porcelana.
¡Y Mmmmm! La puesta de sol es un huevo amenazante de blandura una yema de deseo eyaculante, un fin en sí misma, un adios dorado y dulce como la carne.
En las blancas praderas las niñas visten de blanco.
Como ella, con aquel anorak que tenía un aura en torno a la cabeza, que tenía ternura en cada poro de su piel aquella mañana. Hola. Hola.
Hola, amiga, querida.

sombras ii

un tal hombre parecía conocerme y me dijo hasta nunca
con esa dulzura

al lado de los objetos está su sombra recortada
pozos
al lado mío mi sombra
mi mano contra el cielo nublado
como tomando una brizna de aire

y su sombra

un puñado de arena uno de aquellos atardeceres
cuando nos bañábamos desnudos en las olas
y todo era piel y aire

sombras

mermelada de naranja

mermelada de naranja

anoche vino a mí uno de mis primeros amores
aterciopelado y susurrante
la noche nos cubría como una ola enorme
y me arremolinaba en torno a él y me metía en su pecho
podría haber sido un sueño erótico
pero la ternura el caramelo de las pestañas
la dulzura de los labios y la mandíbula perfecta
no hacían de él un sueño erótico sino un sueño
de derretimiento tenaz de la piel un paseo cerca del sol
un hundimiento hacia adentro del corazón
.
en realidad se confundía con éste mi amor de ahora
que dormía a mi lado como una marea de suavidad como un calor de piedra o un lago ardiente en la noche
pero también se confundía con Denzel Washington y ese brillo
de los ojos oscuros y adorables de la profundidad esa dureza caliente
.
al despertarme necesité mermelada de naranja sobre pan de centeno
no pude evitarlo y toda mi piel se estremeció
al recordar mi sueño

todo en silencio

todo en silencio
mientras se desmorona el castillo
las torres las habitaciones
el cielo y las montañas
menos el grito repetido

un pliegue del silencio
en el silencio

todo
absorvido como viento helado por la grieta

el castillo derrumbado

los ángeles
nunca tuvieron miedo al dolor
antes de ser absorbidos
como flanes o gelatina
como dibujos animados
como relojes de arena
retorcidos
estirados

me imagino que él
el niño que mátaron el sábado en el parque
se metía un flan de un bocado en la boca
y luego reía como un surtidor
se le escapaba el flan o la gelatina
por la boca
nos regaba de flan o gelatina

todo silencio valle río
bosque campanillas y dientes de león en añicos

una fuente pequeña y roja
de silencio
en el parque

autoanálisis

creo que ya, por fin
empiezo a ser una dama

recogida la última cosecha
de mis huertitos en las vías del tren,
- tomates, moras, fresas, cosas pequeñas -
noto alas de insectos vibradores
en los mechones de mi pelo

durante años me dejé ir en trineos
me hacía charco en un instante
me elevaba al cielo
era cansada tanta danza moderna

creo que soy una dama ahora
mis semejantes me llenan de hastío y amor
su ingenio y pasión y mi pereza
o arrogancia
me admira su fuerza
echan vaho por la nariz
me asustan

no estoy segura pero
cuando paso frente al espejo
bajo los candelabros
saco la lengua sin detenerme

me saludo
dama style

en el paseo marítimo

llueve tibio y pesado
el cielo de junio
sus pestañas llenas

viene hacia mí corriendo y cae

llueve lento y redondo
la tarde refleja
su piel luminosa el júbilo
de la lluvia el semáforo rojo

viene hacia mí corriendo y cae

tiene un caracol en un tarro
cristal lleno de espuma
retorcido

viene hacia mí corriendo y cae

la tarde redonda

sus pestañas llenas

Sombras I

Sombras I

.

la sombra de las pequeñas prostitutas filipinas
que ríen entre sí mientras se empujan
la sombra del turista de Madrid
que elige con sonrisa dulce

la sombra de la sonrisa

una sonrisa dulce que huele dulce y caliente
como la carne que más gusta a las gaviotas

sombras de aire negro de gaviotas
que se llevan las sonrisas dulces
y esperan a que maduren al sol
antes de desgarrarlas

.

koshshshser

El judío ortodoxo israelí no me quiso dar la mano porque no podía tocar a una mujer, y esperaba que comprendiera que no era nada personal. Era muy simpático, y muy bajo. Me llegaba por el pecho su gorra negra con raya blanca. Tenía las manos como las de una ardilla cuando da vueltas a su nuez. Me dijo que Cristo era un revolucionario, un hombre muy inteligente, y que los romanos se habían deshecho de él poniendo a los judíos como culpables. Que una ley judía es enterrar a los muertos aún frescos. Que enterraban en bóvedas. Cristo aún no estaba muerto y dijo adiós troncos que aquí me matan otra vez. Hablaba muy bien porque era argentino.
Dijo muchísimas cosas. No se calló en todo el trayecto. El casino más grande de Israel estaba en Palestina y era de Arafat y facturaba al día la hostia de millones. Que pagaba a los terroristas con ese dinero.
De todos modos, parece una conclusión lógica y una reacción normal que los palestinos luchen para recuperar su tierra, ¿no?
- Claro – me dijo.
Así: claro.

Lo mío es llevar gente de un lado a otro. La gente es así, dice cosas que no entiendo. Cosas chocantes, como que su enemigo tiene poderosas razones para serlo. Eso no lo entiendo, pero me alibia que sea sencillo. Me gusta llevar a gente rara de un sitio a otro. Y en mi tierra no hay judíos, sólo salen en la tele.

El problema de los judíos son los americanos. Esta es una guerra por intereses económicos pero, claro, todas las guerras lo son. No pasará nada. Son habladurías.

Eso me decía mientras mirábamos las vacas paciendo en los prados verdes. Lo dejé en su hotel. Le dije que podíamos tomar una copa o comer algo por ahí, pero me dijo que traía su propia comida kosher en la maleta, y yo me la imaginé toda aplastada y saliéndose de los envases, por el sonido de la palabra, koshshshsher.

No volví a verlo. No me dijo porqué estaba en mi ciudad. Y eso que no calló en todo el trayecto. Me habría gustado conocerlo mejor.

libertad

Los hijos de los feriantes eran muy mentirosos. Siempre estaban contando cosas increíbles, como que tenían un barco, o que conocían a famosos, o que montaban a menudo en avión. Invitaban a tabaco y presumían porque podían montar en las atracciones todas las veces que querían, gratis. Pero sólo montaban cuando nosotros los mirábamos, para presumir. Había tres hermanos que podían estar toda la noche jugando si les daba la gana. Cuando nosotros nos teníamos que ir ellos se quedaban allí para lo que suponíamos era lo mejor de la noche.

silencio

queda prohibido hablar de una o al menos intentar la sinceridad
pues ya se sabe que la única forma de sinceridad es el silencio
y ello nos llevaría a no hablar
es decir que no se puede hablar
para ser sincero