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en las blancas praderas

La verdad

Ella le dijo, mientras su cabeza, la melena roja, reposaba en el hombro de él:
– He escrito un poema. ¿Te gustaría oírlo?
– Bueno – respondió el mientras expulsaba el humo por la naríz. El humo atravesaba los haces de sol, los de sombra, y arriba se relajaba, a dormir. Era bellísimo.
– corro afilada por el bosque, en tu pecho
algo arde
el aire
es hoy limpio, doloroso
espío el lecho
balbuceo

¿Te gusta?
– Está bien.
– Es un poco erótico, ¿verdad? Me gustaría que así fuera, al menos. Para mí lo es.
– Bueno, un poquito.

Él siguió fumando. Ella se estiraba y bostezaba, acomodándose en su hombro. Levantó una pierna y la observó. Puso el pie recto como una bailarina y siguió los haces de sol y sombra como si fuera un pentagrama.
– Siempre he adorado el sol que entra por la persiana. Alguna vez escribiré una historia que ocurra a la sombra de una persiana. Alguien que salta de una a otra partícula de polvo, dorada, galáctica.
– Mi pecho no es tan peludo.
Ella se lo quedó mirando, sonriendo.
– No es tu pecho. Es un poema. Es un pecho abstracto.
– Ya.
Él estaba serio. Fumaba en silencio. Ella siguió, al cabo de un rato:
– No puedes interpretar así los poemas, las ficciones, las historias. Es inventado. No tiene nada que ver con la realidad, no es verdad.
– Nada es inventado. Nada sale de la nada.
– Por Dios santo. No me digas que por esa minucia te vas a poner serio.
– No estoy serio.
– Claro que sí. – Y, tras un silencio, ella continuó. – No tienes ni idea. A ti no te gusta la poesía, por eso quieres interpretarlo así. Mira, para que escarmientes te diré qué pecho es ése. Es el pecho de mi padre. Cuando yo era pequeña jugaba con los pelos de su pecho y vivía verdaderas aventuras en él, absolutamente mágica y libre. Como verás no es un recuerdo erótico. Lo pensé un día, y me gustó la imagen. Me la guardé en algún lugar y la utilicé, en otro poema, con otro fin, con otro sentido. Simplemente es otra imagen, y es un pecho que no ha existido. El pecho de pelos rojos, como mi pelo rojo, que arde. ¿Entiendes?
– Me has dado la razón. Nada es inventado.
– Pero puede ser soñado, leído, oído. Puede estar basado en la experiencia, ser real, y aún así ser absolutamente falso, estar transformado, tergiversado de mil maneras. Es todo mentira, por principio.
– Nada es mentira.
– ¡No es real!
– Todo es real lo que sale de ti, todo ocurre en tu cabeza. Todo es verdad. Es más verdad que la realidad.
– No es cierto. La verdad no importa, la verdad no es un valor.
– La verdad es un valor cuando no hay otro.
– ¿Qué significa eso? Dios mío, cuánto me alegro de que no me leas. Te volverías loco.
– Lo sé. Por eso no lo hago.
Siguió fumando, mirándola. Sus ojos estaban en medio de una de las franjas de luz dorada.
– ¿Qué es la verdad, maldita sea? - dijo ella, al fin.
– Tú sabrás.
– La verdad es que estoy aquí, que soy de carne, y que te quiero.

3 comentarios

Tristán Fagot -

Muy real tu cuento :-P

setesoles -

ay, cuanta sinceridad inunda ese mundo.

00e00 -

"Arátov tomó la fotografía de Clara y se puso a reproducirla y aumentarla. Después quiso ajustarla al estereoscopio. Le costó mucho..., pero finalmente lo logró. Y se estremeció cuando a través del cristal vio su figura que parecía haber adquirido corporeidad. Pero la figura era gris como cubierta de polvo..., además los ojos..., tenía la mirada vuelta hacia un lado, huidiza. Estuvo observándola mucho tiempo, como si esperara que los ojos se volvieran hacia él..., incluso entrecerró los suyos..., pero los ojos de la muchacha seguían inmóviles y su figura se asemejaba a la de un muñeco. Se apartó, se echó en una butaca, sacó la oja arrancada del diario con las palabras subrayadas y pensó: "Dicen que los enamorados besan las palabras que escribió la mano amada. Pues yo no siento deseos de hacerlo. Además la letra me parece fea".

Iván S. Turguéniev, Clara Mílich.