Blogia
en las blancas praderas

relax

un gong de hierro en el estómago
un instrumento musical ácido y dulce

entre mis cejas hospitales iluminados en la noche
a los que nadie va y de los que nadie viene
y cuevas de luz grisácea con mares llenos de algas
dinosaurios que han luchado lentamente
durante millones de años

alguien habla de campos de trigo en el ocaso y yo sonrío
pero está bien al fin:
me tumbo en el suelo a descansar mientras en mi carne
crecen flores prehistóricas que llegan hasta el cielo

1 comentario

00e00 -

"Había penetrado profundamente en las treinta y dos hectáreas de pastos que acababan de brotar y la cabeza no paraba. Podía ver a través de las verdes hojas las marcas dejadas por el tractor en su última pasada. Las profundass depresiones de las huellas del ganado en los sitios en donde el suelo estaba embarrado y se lo habían comido todo y sólo quedaba un corto rastrojo amarillo. Más o menos cuando atajaron el incendio. Oía a mi cuerpo que quería irse y tenderse, pero mi cabeza no le hacía caso. Vi que aquí, al aire libre, era mucho más fácil determinar la hora. Todo aquí entendía íntimamente que el sol se estaba yendo. Hasta los halcones lo dejaban para el día siguiente.
Seguí pensando que allá en el establo había alguien que me llamaba. Oía en realidad su voz y me volví a mirar. No había nadie.
Me volví hacia la extensión de tierras y me pregunté hasta donde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el océano. ¿A partir de qué lugar empieza a ser peligroso seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando empieza a creer que ha ido demasiado lejos.

Sam Shepard, Crónicas de Motel