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en las blancas praderas

sonido del otoño

Fueron a comer a casa de los padres de Toño. Llovía sin descanso sobre los bosques. Bebió vino pero apenas si tocó la comida. Fue al servicio para estar sola y retorcerse las manos y pensó que tenía una rata pequeña y sucia en el estómago. Se miró al espejo y dijo “Corroída. Estoy corroída”. La madre de Toño hablaba sin descanso y el padre hacía un gesto autoritario de vez en cuando, pidiendo la ensalada, o el pan. Alguien encendió la tele y aparecieron unas niñas moviendo el culo.
– Pequeñas putas – le dijo él al oído, tanteando su humor.
Ella no sonrió. Era una referencia al Ignatius monstruoso de La Conjura de los Necios, una vieja broma.
– Tirad la bomba – dijo, en cambio, sin sonrisa.
– ¿Cómo? – dijo la madre de Toño, que había oído algo de una bomba.
– ¡Que tiréis la bomba! – respondió ella más alto de lo necesario.
– Gilipollas – susurró Toño.

Al cabo de un rato él dijo que se iba a echar una siesta en su vieja cama en el desván y le preguntó a ella si no estaba cansada. Ella lo acompañó deseando que la excitación se calmara pero comprendió en seguida que no era ese tipo de ansia o que, al menos, no la iba a poder saciar tan fácilmente. Se dejó hacer en silencio, al principio con expectación y luego exagerando la parte de entrega, el gesto de profesional, de suave desprecio. Sabía que él estaba demasiado excitado para renunciar cuando se dio cuenta su actitud, e hizo evidente esa seguridad, el insulto de esa seguridad. Cuando Toño terminó se levantó, se vistió, le tiró a ella su ropa encima, y salió de la habitación pegando un portazo. Ella sonreía. En los estantes estaban los trofeos de natación de Toño, sus libros de texto, la orla que su madre había exigido. Se sentía un poco mejor.

Y no volvieron a hablar. Él se mantenía en silencio. Ella leía la cólera en los ojos inexpresivos y fijos en la carretera. Estaba contenta de haber traspasado parte de su carga. Sabía que pronto el miedo y la culpa se frotarían las manos como moscas entre sus cejas pero aún deseaba que él le permitiera estallar.
Puso música y él la quitó.
– Déjame en el centro – dijo. – Voy a tomar algo.
– Vale. Y mira a ver si encuentras algún lugar donde dormir – dijo Toño.

De repente una lechuza enorme y blanca abrió sus alas frente al parabrisas, en medio de la lluvia y de la noche, como un fantasma. Toño dio un volantazo y el coche se fue a la cuneta, contra el talud de arcilla mojada.
Estuvieron un par de minutos en silencio, con el motor apagado, mientras la lluvia caía sobre el techo. Estaban en un lugar conocido. Cientos de veces habían pasado en coche. Era una curva llena de humedad, de vegetación lujuriosa, zarzas que caían como olas, helechos prehistóricos. Una corriente de agua fluía de la pared contra la que habían chocado, y cuando llovía se convertía en una pequeña cascada. Del otro lado de la carretera los troncos blancos de las hayas parecían retorcerse de angustia. Ella estaba sangrando por la ceja. Estaba dejando de llover y salió del coche. Se quedó quieta en medio de las sombras, escuchando el invierno, con la piel fina y helada. Toño se acercó a ella y la tomó por los hombros y le mostró con un dedo, ante sus ojos sorprendidos y húmedos, un corzo que los observaba inmóvil y que en seguida se alejó saltando. Ella pensó que nunca había visto algo tan delicado. “Qué belleza, dios”, pensó. Empezó a llorar, se dio la vuelta y abrazó a Toño y le pidió perdón en voz baja.
– No seas boba, venga – decía él abrazándola y besándola en el cuello, y revolviéndole el pelo.
Pero ella lloraba.
– Perdóname, perdóname. Soy horrible.
– No eres horrible, no lo eres, sólo eres un poco tonta – y la besó en la boca y le limpió las lágrimas con los pulgares.

4 comentarios

00e00 -

Gilipollas.

Vete al colegio que llegas tarde, anda.

setesoles -

Esta noche durmió un ángel entre los melocotones de mi cama, al amanecer sacó un cuchillo y me lo hundió, a fondo, a muerte. Se que volverá.

Tristán Fagot -

Por qué coño os creeis con derecho de dar vuestra puntita poética, de poner la ultima frase???Joder esto no es un cuento en cadena...
TIrad las bombas, aniquilarlos a todos!!!
Precioso cuento,
Es lo que habría dicho y hecho Franny si estubiera casada.
Besos

00e00 -

"-Era una rama agitada por el viento -dije yo-, una travesura de las sombras.
Él se mordió el labio.
-No era tal -dijo entre dientes-, siempre la veo."

Richmal Crompton, Rosalind